martes, noviembre 18, 2008

Noches de sillón y whisky

Luces rojas e intermitentes reptan su misteriosa claridad por el techo a través del fino resquicio de la cortina, evocando una desolada pasión de burdel barato en la triste habitación del hospital.
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Nuestros ojos se encuentran y sonrío ante la cálida familiaridad de tu mirada. Avanzo con rabiosa impaciencia deseando estar ya a tu lado. Acercas la cabeza para darme un tierno beso en los labios. En ese instante pienso que me has regalado el mejor momento del día.
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El glorioso sabor de una embriaguez provocada y contenida en un frío vaso de vidrio, colma de liviandad despreocupada mis sobresaturados sentidos. Una fugaz y cercana caricia se funde con el ardor de un trago. El recuerdo del hospital. Otro trago, más grande. Me siento bien cuando estoy contigo. El caos asincrónico agita las desordenadas emociones que estallan en un abrazo de noche de luna llena.
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Imágenes en blanco y negro de los dos retozando en la hierba, parecíamos dos amantes, o eso decía mi madre. Desde afuera, intermitentes luces rojas se cuelan por la ventana.