martes, marzo 13, 2007

Cirujano.

Recuerdo la noche de verano en que nos conocimos, era tarde y tú trabajabas al día siguiente, pero me invitaste a un té. Empezamos a jugar con fuego, alternando conversaciones paralelas y miradas salvajes, y me sentí aturdida por mi desacostumbrado atrevimiento. Agarraba la taza entre mis manos con cierto nerviosismo para evitar tu demoledora mirada. Tú sabías que bebía para apartar los ojos y sonreías divertido; yo sabía que tú sabías que yo sabía y eso me gustaba.

Una fuerza irracional hacía que nos sintiéramos irremediablemente atraídos, y en esos momentos me maldije, porque de repente SUPE que acabaría enamorándome de ti, no se trataba un flechazo. Aún no nos habíamos dado nuestro primer beso. Es absurdo pretender que uno puede saber estas cosas cuando acaba de conocer a alguien, pero así fue y nunca lo llegué a comprender. Me maldije internamente una y otra vez mientras me clavabas tu verde mirada. Porque no quería enamorarme, porque sí quería enamorarme, porque no quería que acabara doliendo, como siempre acaban doliendo estas cosas.
Pasaron los meses y no me equivoqué, sucedió lo que desde el primer día intuí inevitable... y fue muy bonito.
Y ahora, simplemente... duele.

Me gustaría poder ser como tú cuando te pones los guantes de cirujano y cortas limpia y eficientemente aquello que está fuera de su sitio y hace daño. Eres expeditivo, brutal y directo. ¿Cómo lo haces? ¿Cómo te has hecho? Quisiera ser capaz de poder hacer lo mismo, pero no puedo, yo no tengo esa fuerza sanguinaria que tienes para soportar el precio que pagas apartando de cuajo en tu vida a las personas que te importan y quieres, debe de ser duro hacerlo, y no sé si te admiro por esto o todo lo contrario, la carga debe de ser muy pesada por dentro aunque te muestres indolente, pero así es como haces las cosas y eres totalmente consecuente con tus decisiones. A mí me costará más tiempo dejarte atrás.

Recuerdo esa noche en la que ebrios los dos, engañamos al taxista fingiendo no saber hablar español, las copas que nos hemos tomado mientras deseábamos besarnos y no lo hacíamos, las veces que me cogías de la mano por la calle y a mí me daba vergüenza, tu sonrisa cuando te regalé aquel muñeco, esos 3 días que no nos vimos y se nos hicieron eternos, tus llamadas inesperadas para invitarme a comer fuera, las croquetas que me preparaste una madrugada por excederme con el alcohol, tu desgarrador abrazo mientras me susurrabas aquellas cosas, tus "¿qué voy a hacer contigo?", tus "¿qué piensas?", el gato que iba a ser para los dos.

Todo esto quedará atrás. Quedarán atrás los silencios en los que yo mentía y tú lo sabías, aquellos silencios en los que tú mentías descaradamente y yo lo intuía. Maldigo aquella vez en que te dije lo más bonito que te dijeron en la vida estropeándolo con una broma por no saber asumir que realmente te quería. Maldigo todas esas oportunidades perdidas, porque ahora te diría todas y cada una de las palabras que me callé.

Pero ya es demasiado tarde y ya nada de esto importa, porque ahora ya sólo soy parte de tu pasado, y... maldita sea, dentro de un tiempo, tú también lo serás del mío.

Hasta siempre.

ML

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuídate y todo eso :P

(He visto tu mail a las tantas, casi de pasada...pero sí, va a ser que hoy no xD).

ClarOscuro dijo...

Siempre es mucho mejor un buen cirujano que un carnicero, al final se necesitan menos trasfusiones para seguir viviendo.

El mundo sigue girando...

Besos.

Soltero con Hijos dijo...

Lejos, cerca, lejos, cerca... Parecía muy fácil. Epi y Blas al servicio de la CIA. ¿Cuánto de lejos es necesario estar para el olvido? ¿Cuánto tardan las heridas del alma en cicatriz? ¿Depende del cirujano? ¿O del matasanos?

Sat Nam dijo...

Depende de uno mismo.